Acepta los elogios y sigue creciendo

Guardemos el repelente de los elogios

 

David (*) se sacude los elogios. Vive en una continua contradicción: le gusta que se le reconozca por su trabajo pero al mismo tiempo, cuando alguien lo hace, tiene tendencia a infravalorarse.

– Oye, David, en la reunión esta mañana has estado realmente brillante. Has expuesto tus ideas con una enorme claridad y nos has dejado a todos impresionados.

– Bueno, no es para tanto. No creas que me he quedado satisfecho. Pienso que lo puedo hacer mucho mejor.

Ésta es la típica reacción de David ante un comentario elogioso. Toda la energía positiva que uno puede recibir al escuchar un comentario de este tipo se diluye ante la actitud reticente a escucharlo y aceptarlo.

David podría mostrarse dispuesto a recibir los comentarios elogiosos, a aceptarlos con entusiasmo y a ser reconocido. Tan sólo con un pequeño cambio de enfoque en la recepción del mensaje, su estado de ánimo variaría considerablemente; por ejemplo, con una respuesta de este tipo:

– Muchas gracias. La verdad es que me ha salido una buena presentación. Aunque he visto un par de cosas que puedo afinar un poco más, he salido realmente satisfecho. Te agradezco tus palabras.

Según esta segunda versión, David habría acogido el comentario halagador en lugar de repelerlo. Y la diferencia es abismal. En este caso no olvida la parte que considera que requiere mejora, pero lo hace una vez ha agradecido las palabras de su interlocutor.

El tema es más importante de lo que aparenta. Se trata de una de las maneras más eficaces de ponernos palos en las ruedas, de sabotear nuestro camino hacia el crecimiento. Repeler de manera sistemática lo bueno que se dice de nosotros, lo positivo que nos ocurre, nos resta energía para superarnos. Ante un elogio, se suele reaccionar exhibiendo como “escudo protector” la parte menos positiva de la situación, incluso antes de agradecerlo.

No es coherente lamentarse por estar viviendo bajo la espada de Damocles cuando es uno mismo el que se ha colocado ahí  Javier Salvat

Con  David trabajamos la conveniencia de saborear lo que la vida te ofrece y los éxitos que alcanzas. Para ello resulta de gran utilidad identificar las razones por las cuales tomamos nuestras decisiones. Si uno prefiere rechazar los elogios y destacar los propios defectos, por algo será. ¿Hemos pensado qué beneficio oculto obtenemos con tal actitud? ¿Con qué intención positiva lo hacemos? Es probable que encontremos varias razones, desde la comodidad de huir de la responsabilidad que el éxito acarrea, hasta el miedo a aparentar soberbia, pasando por el temor a eclipsar a otra persona. Si rascamos un poco, encontraremos más.

Elogio

Pongamos en un platillo de la balanza lo que ganamos tomando una decisión; en el otro, lo que ganamos tomando la decisión opuesta. Siempre acabaremos decantándonos por el platillo que pese más. Lo hacemos cualquiera que sea la magnitud de la decisión a tomar; a veces no nos toma más de unas décimas de segundo, lo que equivale casi a hacerlo de manera inconsciente.

Los seres humanos, grandes especialistas en encontrar las maneras más eficaces de minar nuestro crecimiento, tenemos la enorme suerte de tener a nuestra disposición el arma absoluta: la libertad de elegir nuestra actitud.

En la vida hay muchas cosas difíciles de lograr, muchas metas a las que llegamos tras un gran esfuerzo. ¿Por qué despreciamos nuestro mérito y nos negamos la posibilidad de saborear el momento? David está gestionando muy bien su transición, es consciente de que mostrar entusiasmo por un éxito propio, lejos de constituir una actitud de soberbia, es una celebración justa y merecida. David ha tomado las riendas de su vida y se está convirtiendo en un experto en la gestión eficaz de sus emociones. Y sigue creciendo.

 

(*) Nombre ficticio para preservar su privacidad

 

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