Cambio de límites, cambio de vida

Un cambio en el diseño de tus límites

 

Recibí la llamada telefónica de Ana (*) en pleno mes de agosto, cuando me encontraba lejos de mi ciudad de residencia. A pesar de que su tono de voz no delataba angustia, pude deducir que el tema que quería tratar era urgente. Acordamos vernos a los dos días de mi regreso.

Ana  trabaja en la administración pública. Es una mujer preparada, con estudios universitarios, habla dos idiomas vernáculos y tiene un aceptable nivel de inglés. Sus conocimientos son más que sobrados para el puesto que ocupa; de hecho, podría acceder sin problema alguno a uno de categoría superior. Y, sin embargo, no es esta situación anómala en particular la que le provoca un cierto sentimiento de incomodidad.

En su lugar de trabajo Ana vive rodeada de personas de muy distinto carácter. Las hay con las que se lleva muy bien, con las que puede gestionar sin problema alguno las desavenencias que puedan tener en algún tema en concreto; con otras, en cambio, el contraste de pareceres lleva siempre a un callejón sin salida acompañado de una sensación de malestar que suele durar unos cuantos días.

Tiene una excelente disposición para ayudar a los demás en la realización de tareas y así lo manifiesta tanto con sus compañeros como con sus superiores jerárquicos. En este segundo caso ha accedido incluso a trabajar muchas más horas de las convenidas sin percibir una remuneración acorde con la tarea encomendada. En diversas ocasiones ha recibido promesas de promoción que han sido sistemáticamente incumplidas.

A Ana siempre le ha costado mucho decir “no”. Pero incluso las personas más pacientes tienen un límite. Llega un momento en el que uno adquiere plena consciencia de que la situación es insostenible y de que, cualquiera que fuera la razón por la que consentía actuar de esa manera, ésta ya no le compensa. Alcanzado ese punto sin retorno, la clave está en cómo se gestiona la situación: uno puede paralizarse, perpetuando el problema; puede explotar, con el riesgo de perder el control, echando al traste cualquier posibilidad de cambio y dando validez al dicho de que “es peor el remedio que la enfermedad”; o bien puede optar por expresar una verdadera voluntad de mejora en la manera de enfocar las cosas, lo que logrará si está dispuesto a hacer todo lo que esta opción requiere.

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Si estoy ahora hablando del caso de Ana es porque, evidentemente, ella se decantó por la tercera opción. Desde el primer momento abrió su corazón y se desnudó emocionalmente. Ese paso fue decisivo en la calidad de las sesiones y en la rapidez en abordar el cambio. Algunos de los obstáculos eran para ella evidentes; otros, no tanto. Le ayudó mucho la decisión de cambiar la perspectiva para identificar las cosas. Las situaciones complicadas, aparentemente incomprensibles o conflictivas, requieren ser abordadas desde la perspectiva de la necesidad insatisfecha. Si obviamos este enfoque, nos costará mucho desenredar el ovillo y seremos esclavos de nuestras reacciones emocionales primarias.

Abrir la mente en este sentido le ha permitido a Ana, por una parte, superar el miedo a ser vista como alguien prepotente por sus conocimientos, y, por otra, a vencer la incomodidad de decir “no” a determinadas solicitudes que ella considera abusivas. Ana se encuentra bien y va a trabajar con alegría. Ha puesto límites allá donde no los había. De esta manera se ha ganado el respeto de todos: no sólo lo percibe sino que se lo han hecho saber. Ha logrado un nivel de asertividad para ella insospechado hace tan solo unos pocos meses.

Este cambio ha repercutido en su vida profesional y personal. En ambos ámbitos ha dejado de rehuir las situaciones complicadas o conflictivas. Lo sabe y no lo olvida porque cualquier cambio que identifica, cualquier paso, por pequeño que sea, lo anota en su “libreta roja”. A ella acude para anotar lo nuevo y revisar lo pasado. Y sigue creciendo.

 

(*) Nombre modificado para preservar su privacidad

Comunicación Eficaz

Este pasado sábado tuve el privilegio de impartir un taller sobre comunicación eficaz utilizando las herramientas de la inteligencia emocional. El taller fue compartido con Sonia Marquès, que se centró en los aspectos emocionales que obstaculizan la comunicación y la manera en que podemos convertirlos en aliados. Empezó por invitar a los participantes a decir adiós a las culpas y realizar un viaje interior de reconocimiento de la situación presente para darle un impulso hacia el futuro.

Mi tarea consistió en ayudar a identificar todas las herramientas que tenemos a nuestra disposición para lograr una sinfonía comunicativa de alto nivel. Quiero aclarar que me gusta más hablar de comunicación eficaz que de buena comunicación; para mí es importante valorarla en función del cumplimiento de su objetivo inicial.

Sugerí a los asistentes que, como reflexión previa a cualquier conversación, se hiciesen siempre la siguiente pregunta: ¿Escuchamos para entender a nuestro interlocutor o estamos pensando únicamente en lo que vamos a replicar a continuación?

Odio que la gente hable mientras yo interrumpo. Vicenç Pagès, Dies de frontera

Para entender las cosas, hay que colocarse en la casilla de salida. Antes de meternos en harina, es conveniente saber cuáles son, a mi modo de ver, las premisas de este apasionante mundo de la comunicación.

Para empezar, entiendo que no comunicar es imposible. Incluso quien nos ignora nos está indicando de alguna manera que, por alguna razón, no quiere establecer contacto con nosotros. Su ignorancia es su manera de comunicarse. Otra premisa básica es que todos somos diferentes. Eso es algo que hay que tener muy en cuenta si queremos que nuestro objetivo sea la eficacia. La comunicación es un producto a medida de los participantes.

Hay dos premisas muy relacionadas entre sí. La primera es que la percepción personal de algo equivale para esa persona a la realidad. Eso nos lleva a la segunda: cuando percibimos una coincidencia como incompatible, surge el conflicto. No es necesario que la incompatibilidad sea real, su simple percepción es suficiente para originar una situación conflictiva.

Aunque sea lógica, la premisa de que todos tenemos derechos, tales como a expresar nuestra opinión, a discrepar o a callar, la realidad nos dice que no todo el mundo la acepta.

Finalmente, diría que uno de los problemas de la comunicación es la falta de conciencia de nuestra habilidades para llevarla a cabo. Decía Galileo que a un hombre no se le puede enseñar nada; tan solo se le puede ayudar a que recuerde lo que ya sabe. Pensar que uno carece de esas habilidades forma parte de la larga lista de creencias limitadoras.

Los asistentes se vieron identificados, en algún momento de su vida, con los diferentes estilos de comunicación, esquematizados y resumidos en esta lista: agresivo, manipulador, pasivo y asertivo. Hubo quien reconoció que su estilo dependía en gran medida de la persona que tenía delante. Y cuando hablamos de los elementos que ayudan a desarrollar la asertividad, surgieron los conceptos de empatía, respeto, autenticidad, disponibilidad, flexibilidad y presencia. Ésta última tal vez sea la que resume la mejor actitud con la que podemos acoger al otro para comunicarnos con eficacia.

AngerCartel publicitario de la película Anger Management (Ejecutivo agresivo), dirigida por Peter Segal (2003)

También recordamos las diversas técnicas que facilitan ese diálogo colaborativo: la escucha activa, el reconocimiento, la reformulación, el lenguaje del YO, los anclajes y el feedback.

Varias sonrisas acompañadas de un gesto sombrío se esbozaron al mencionar los roles que se van tomando cuando la comunicación se vuelve tóxica: el perseguidor, que mantiene una postura agresiva y necesita ser temido; la víctima, que necesita que la compadezcan; y el salvador, que necesita que le necesiten. Y cómo esos roles se van intercambiando, incluso en una misma interacción.

Cuando abordamos las actitudes que se suelen adoptar frente a una situación de conflicto, los asistentes fueron reconociendo, con matices, las de evitación, control, acomodación, compromiso y colaboración. Se identificaron con unas más que con otras, también en función del momento de sus vidas y de las demás partes en conflicto.

Una de los momentos de más impacto se produjo al hablar de la comunicación no violenta y de la enorme fuerza a nivel personal y colectivo que este enfoque genera. De forma muy resumida, podríamos enumerar sus tres pilares básicos: toda manifestación de violencia es la expresión trágica de una necesidad no satisfecha; para practicar la CNV es preciso expresar tus propias necesidades y escuchar las del otro; lo que hacen los otros puede ser el estímulo de nuestros sentimientos, pero no su causa. Su secuencia práctica es: observación de la situación, identificación de los sentimientos que genera y las necesidades que aflora, para llegar a concretar las acciones que solicitamos que se lleven a cabo.

Abordamos la importancia de la comunicación no verbal, expresada en el estudio de Albert Mehrabian sobre el impacto relativo del lenguaje propiamente dicho, la manera en que lo expresamos y cómo lo acompañamos.

La comunicación no verbal prevalece sobre la verbal si existe contradicción entre ambas. Ángel Lafuente

Todos tenemos una preferencia sensorial a la hora de comunicarnos: unos somos más auditivos, otros más visuales, otros cenestésicos, y lo reflejamos en nuestra expresión verbal: “No lo veo claro”, “Esto huele a chamusquina”, “¡Qué bien me sienta estar contigo!”.

Reconocimos la importancia de la proxemia (distancia física de comunicación) en las diferentes culturas y situaciones, y el rol olvidado del tacto en nuestra sociedad, así como la importancia de saber gestionar adecuadamente los silencios.

Pensad siempre que tocar puede ser una delicada alternativa al silencio. Sebastià Serrano, El regal de la comunicació

HoldingHands

Fueron unas horas de viaje interior, de aceptación de nuestra vulnerabilidad, de puesta en común de experiencias de todo lo relativo a fortalezas y debilidades para lograr la comunicación eficaz que perseguimos. Tengo la sensación de que todos salimos más conscientes de nuestras habilidades, mejor equipados para afrontar cualquier situación que se nos presente en el terreno de las interacciones humanas, con las teclas de la comunicación mucho más afinadas. Y eso es muy satisfactorio.

Asertividad: Convicciones y Derechos

Asertividad: Convicciones y Derechos

Hay una agradable firmeza de tono cuando uno está en armonía consigo mismo. Peter Hoeg, The Quiet Girl

La asertividad es la habilidad relacional que consiste en la expresión directa y clara de nuestros sentimientos, la firme defensa de nuestras convicciones y derechos, con absoluto respeto por los derechos de los demás.

Cuando esta habilidad no está suficientemente desarrollada, el individuo se enfrenta a la frustración, la insatisfacción y, en muchos casos, a la generación de conflictos interpersonales.

Las creencias y pensamientos negativos, la falta de autoestima y el poco o nulo aprendizaje debido a una experiencia personal sin referentes en este sentido, son las principales causas de la dificultad en poner en práctica la asertividad.

Desde una edad temprana, en sus interacciones cotidianas, los niños dejan señales muy evidentes de su particular forma de comportarse y comunicarse. Los hay que están siempre pendientes de lo que hacen los demás, no toman nunca la iniciativa, adoptan una actitud sumisa y esperan a ver por dónde sopla el viento para tomar partido en las situaciones. En el otro extremo están los que se muestran siempre “gallitos”, toman el mando de la situación, no dudan en recurrir a la agresividad y a la manipulación para satisfacer sus deseos y necesitan constantemente una corte de aduladores que les sigan en sus actos y rían sus gracias. Entre ambas actitudes, otros adoptan posiciones más o menos equilibradas, que van variando en función de las circunstancias.

Junto con una cierta predisposición de carácter que uno lleva incorporada desde la infancia, con el tiempo se van adquiriendo creencias que están en el origen de certezas que sostienen valores y determinan comportamientos. Estas creencias obstaculizan a menudo las relaciones humanas, nos limitan a reacciones y respuestas preconcebidas y estereotipadas que no ayudan en nada a la resolución de los problemas.

Suponemos, entre otras cosas, que nuestros asuntos son cosa únicamente nuestra y que no incumben para nada a los demás. Nos negamos, de esta manera, la posibilidad de pedir ayuda a los demás, que, por otra parte, tienen el derecho a dárnosla o a negárnosla.

Por miedo a poner en peligro una relación de amistad, nos adaptamos, a veces de manera realmente absurda, a los demás. En este caso nos negamos el derecho a decir “NO”.

Animo a la gente a recordar que “No” es una frase completa. Gavin de Becker

En muchos casos, la falta de asertividad no es más que la ignorancia de nuestro derecho a tener derechos: a equivocarnos, a cambiar de opinión, a ignorar cosas y a preguntar sobre lo que ignoramos, a defender nuestra postura, a expresar libremente nuestras dudas y a contradecir la opinión ajena sin por ello sentirnos culpables.

¿Qué podemos hacer para ser más asertivos? Varias cosas. En primer lugar, identificar el obstáculo que nos lo impide. Seguidamente, como ocurre con todo proceso de cambio, llevarlo a la práctica y ejercitarlo con mucha constancia.

De cualquier forma, hay una serie de estrategias que siempre son recomendables. Empecemos por potenciar la autoestima, recordándonos que lo valiosos que somos y que tenemos el derecho -y creo en cierto modo la obligación- de ponernos en valor tanto frente a nosotros mismo como frente a los demás.

Es también de enorme importancia la manera en que nos comunicamos: el lenguaje debe ser claro, concreto y no violento. Recordemos que la violencia es patrimonio de quien está manifestando una necesidad no satisfecha, algo que está en las antípodas de la asertividad. Dentro de las características del lenguaje asertivo está el no recurrir a la amenaza ni al arrinconamiento del interlocutor.

Así como uno de los elementos que caracterizan al asertivo es su derecho a decir “No”, también lo es aceptar ese “No” cuando viene de los demás.

Para llegar a poner en práctica estas estrategias, existen multitud de técnicas que deben utilizarse en función de las necesidades de cada persona.

Tan sencilla de entender como en algunas ocasiones complicada de poner en práctica, la asertividad no es más que un equilibrio en el ejercicio del respeto por los derechos propios y ajenos.

La práctica de la asertividad genera asertividad en las personas del entorno porque uno se convierte en un referente a la hora de comunicarse. Si bien es esencial en los procesos de mediación y coaching, también es de suma importancia en cualquier interacción humana. Una habilidad imprescindible para llevar el timón de la propia vida. Las palabras de Bryant McGill lo expresan claramente:

Si no sabes manifestar quién eres realmente de manera clara y firme, estarás destinado a llevar una existencia triste y falsa, y sólo vivirás para los demás.