Cómo reaccionar ante una evaluación negativa

Evaluar una evaluación negativa

 

A las evaluaciones les ocurre lo mismo que a otras muchas cosas: lo realmente determinante no es el hecho en sí sino cómo reaccionamos ante ellas. Cuando hemos realizado una tarea que a nuestro entender es correcta, por no decir muy buena, recibir un feedback negativo nos descuadra. Y la primera reacción suele ser de estupor e incredulidad.

Tras esa reacción inicial, vale la pena analizar detenidamente si la evaluación negativa ha sido realizada de manera correcta. Ello nos ayudará no solo a identificar la idoneidad de la misma sino también como guía para cuando seamos nosotros los que tengamos que evaluar la tarea de otras personas.

Varias son los requisitos que debe cumplir una evaluación para que sea considerada válida y eficaz. No nos olvidemos que el objetivo es la mejora en el rendimiento, nunca un mero desahogo personal.

El primero, que por obvio parecería innecesario señalar, es el de hacerlo con respeto hacia el destinatario, y tras haber considerado de manera apreciativa  las cualidades de esa persona, con independencia del problema en concreto a evaluar.

Es igualmente necesario separar a la persona del problema. Lo que estamos evaluando es su actuación, no su identidad; esta debe permanecer intocable. En otras palabras, es la conducta o el rendimiento el objetivo de la evaluación. Si no se hace de esta manera, la percepción es que estamos atacando a la persona, con independencia de la tarea en cuestión. Y eso deslegitima la evaluación.

La forma de expresarse es también determinante. Recordemos que se está evaluando una tarea y que, en todo caso, se está manifestando una percepción. Por tanto, debe manifestarse lo que se percibe, cómo impacta en quien lo percibe y finalmente cuál es la petición que se realiza a la persona evaluada. No se trata de culpabilizar al destinatario. Con este esquema en mente, no perdamos de vista el objetivo: esto no es una simple queja sino una propuesta de cambio para resolver un problema. Añadiría que en la mayoría de casos este tipo de evaluación o feedback correctivo es recomendable hacerlo de manera privada.

Evaluation

Tanto para evaluar como para recibir sin problema la evaluación, son de gran utilidad una serie de factores. Se debe aceptar lo que el destinatario tenga de positivo y ponerlo de manifiesto; tener en cuenta que la otra persona puede tener unos valores que, aunque distintos a los propios, pueden constituir un valor añadido. Ser flexible ayuda, como lo hace el saber comunicarse de manera asertiva. La evaluación precisa de claridad en la comunicación acerca de lo que se quiere corregir, y de una manifestación expresada con el máximo respeto.

Dejo para el final una de las características más importantes y que de alguna manera facilitan el resto: tener un alto nivel de autoestima. Cuando uno es consciente de sus propios recursos y limitaciones, no tiene el más mínimo problema en valorar de manera objetiva a los demás, tanto en lo positivo como en lo que merece corrección. Para él, hacerlo no supone una amenaza para su seguridad y no tendrá objeción en reconocer un error cuando él mismo lo haya cometido.

Desde el punto de vista negativo, y como contrapartida a los requisitos anteriormente mencionados, está claro que limitan la capacidad de evaluar de manera correcta cualquier miedo o inseguridad personal, que merman la capacidad de juicio y fomentan la tendencia a maximizar los defectos ajenos y la tendencia automática a la crítica.

Muy común también es la falta de habilidades sociales, que acarrean una comunicación defectuosa y poco asertiva. Quien carezca de ellas tendrá muchos problemas en reconocer lo positivo del destinatario y el reconocimiento que ello lleva implícito.

Todos estos elementos son esenciales a la hora de identificar si la evaluación que hemos recibido es conforme a la realidad, si está realizada con criterios objetivos y expresada en términos concretos y dirigidos a la conducta a corregir o simplemente forma parte de la expresión de un malestar personal que va más allá de asunto en cuestión. De igual manera, este análisis es sumamente valioso para cuando seamos nosotros los que tengamos que evaluar la conducta o la tarea de otra persona.

 

 

 

El talento es insuficiente

Contratado por su talento, despedido por sus carencias emocionales

 

Ricardo (*) es jugador de baloncesto. Dotado de un alto nivel técnico y una gran condición física, su actitud es asimismo excelente: se esfuerza en los entrenamientos, es buen compañero y tiene un gran sentido del humor. Se podría decir que cumple con todos los requisitos para triunfar en el mundo del deporte. Y sin embargo, desde un tiempo a esta parte, Ricardo ha tenido la sensación de que le falta algo para sentirse realizado.

Los últimos tres años no han sido precisamente un camino de rosas en su vida: a una lesión grave, de larga duración, se le sumó una relación sentimental poco definida y con constantes altibajos. Su falta de práctica en habilidades de comunicación condujo su relación por terrenos un tanto tortuosos. Su gran error fue dar por supuestos sus sentimientos, sin sentir la necesidad de comunicarlos a su pareja. Su relación no llegó a cuajar y, aunque él dice estar tranquilo y haberla olvidado, la menciona con frecuencia en sus conversaciones.

Los mencionados percances hicieron diana en la línea de flotación de su motivación. Algo debieron ver sus compañeros de equipo y su entrenador para darle un toque de atención. “Ricardo, ¿qué te pasa? Ya no eres el mismo. Te falta aquella chispa que siempre habías tenido”. Al principio se mostró perplejo porque tenía la sensación de estar actuando como siempre. Pero lo cierto es que el entrenador lo mantenía cada vez menos minutos en la cancha hasta que poco después le comunicó que ya no contaba con él y que había contratado a otro jugador para su puesto.

JugadorBasket

Abrumado por la situación, con un amargo sentimiento de injusticia por su despido, Ricardo se sintió totalmente desmotivado. Tuvo la sensación de que su objetivo a nivel profesional se había diluido de la noche a la mañana y llegó a pensar seriamente en abandonar el deporte y empezar una nueva vida en otro país.

Debo decir que Ricardo es, entre otras cosas, una persona inteligente. Muchas horas de reflexión sobre lo ocurrido en los pasados meses le abrieron los ojos: tal vez no había dado lo mejor de sí mismo, ya no era el de antes de la lesión y los problemas personales habían hecho mella en su ilusión por el deporte. Y él había sido el último en percibirlo.

Todavía algo confuso, habló con su representante y le pidió que le buscara un equipo para la temporada que estaba a punto de empezar. En el mundo del deporte las noticias vuelan y muchos tenían conocimiento de que Ricardo no pasaba por su mejor momento, lo que mermaba mucho las probabilidades de optar por un equipo de la misma categoría en la que había jugado en los últimos años. Finalmente aceptó una oferta de un equipo de categoría inferior.

Para cambiar hay que despertar, estar alerta. Más que elucubrar sobre la existencia de una oportunidad, se trata de ser capaz de verla.  Javier Salvat

Con muchas dudas y sin haber descartado del todo la idea del abandono, me llamó. Necesitaba aclarar sus ideas y sentirse seguro de lo que iba a hacer. Trabajamos la determinación de objetivos, la asunción de riesgos y la idea de que en esta vida no podemos contar con la garantía de que todo va a salir según nuestros deseos. Ricardo se fijó como objetivo, a nivel individual, llegar a ser el mejor jugador de la categoría en su demarcación (existen medidas estadísticas que permiten determinarlo) y lograr el ascenso con su equipo, como objetivo colectivo. Objetivos ambiciosos, concretos, realizables y con plazos definidos. De momento está cumpliendo con creces: ha sido convocado por la selección regional y su equipo se encuentra en una enconada pugna por el primer puesto de la clasificación.

Ricardo, en cierto modo, ha despertado. Era consciente de su talento como deportista, pero ahora sabe que eso no es suficiente. Ha descubierto sus habilidades de comunicación, sabe gestionar mejor sus emociones, identifica sus estados de ánimo,  los hace jugar a su favor y los pone al servicio del equipo. Su vida privada está también recibiendo el impacto positivo de su nueva situación. Vive más sosegado y contento.

El talento es necesario para triunfar, pero debe ir unido a otro tipo de habilidades para poder lograr el éxito. Ricardo fue contratado por sus habilidades técnicas pero fue despedido por su momentánea carencia en habilidades emocionales.

Cuántos talentos se han desperdiciado por no ir acompañados de otro tipo de habilidades… Y qué placer descubrir que lo tenemos todo al alcance de la mano. Todos queremos ganar, pero ¿estamos todos dispuestos a hacer lo necesario para lograrlo? Si es así, el momento es ahora. Como dijo Tim Ferris, «Algún día es una enfermedad que nos llevará juntos a la tumba a nosotros y a nuestros sueños«.

 

(*) Ricardo es un nombre ficticio para respetar la privacidad y confidencialidad del cliente. Los contextos están ligeramente modificados por el mismo motivo, pero se trata de un caso real.

Habilidades sociales (Soft Skills)

Ya no sólo se trata de saber hacer sino también de saber ser

Para el ejercicio de cualquier profesión uno necesita una mezcla de habilidades técnicas (hard skills) y experiencia. Normalmente eso es lo que se requiere para acceder a un puesto de trabajo, a menos que se trate del primero, en cuyo caso carece de sentido el requisito de la experiencia.

Las habilidades necesarias varían según el cargo o el trabajo en cuestión. Sin embargo, y cada vez con mayor frecuencia, las empresas se fijan en otro tipo de habilidades que complementan las técnicas. Son las llamadas “soft skills” o habilidades sociales, aquellas cualidades personales y actitudes que hacen del trabajador alguien agradable con el que colaborar, y son tan importantes como las técnicas para en buen rendimiento personal y colectivo.

Como ocurre con muchos otros ámbitos, la trampa está en caer en distinciones dicotómicas: no se trata de adquirir habilidades sociales en detrimento de las técnicas, sino de que aquéllas sean un buen complemento de éstas. Alguien dijo que un alto nivel de habilidades técnicas facilita el acceso a la entrevista de trabajo y que no mostrarse a la altura en las habilidades sociales te dificulta la conservación del puesto.

SoftSkills

Las personas que poseen este tipo de habilidades sociales suelen tener un alto nivel de inteligencia emocional. Como apunta Stephen Neale, la inteligencia emocional consiste en utilizar el pensamiento sobre lo que sentimos (y el sentimiento sobre lo que pensamos) para guiar nuestra conducta. De esta manera llegaremos a gestionarnos mejor y a establecer mejores relaciones con los demás. Se trata, en resumen, de no sólo saber hacer sino también saber ser.

La verdad es que hay muchos ejemplos de este tipo de habilidades y que la mayoría de éstas están bastante relacionadas entre sí. Una de ellas es, a mi modo de entender, la más determinante pues de ella se deriva la capacidad de desarrollar las otras: la autoestima.

Cuanto mejor concepto tengas de ti mismo, menos necesidad tendrás de exhibirlo  Robert Hand

La baja autoestima afecta tanto al que la padece como a las personas de su entorno. En el mundo laboral, es muy frecuente encontrarse con personas que necesitan camuflar su autoestima exhibiendo un ego totalmente fuera de lugar. Intentan compensar su carencia con una actitud prepotente. En la práctica es muy común  que esas personas se dediquen a “dar una lección” a los demás en cualquier interacción. Es una manera de defenderse ante lo que consideran una amenaza a su seguridad.

SelfEsteem

Esta situación se da tanto entre personas de una misma jerarquía laboral como en otros casos. Un compañero puede amargar la existencia a otro, de la misma manera que lo puede hacer un superior jerárquico que percibe cualquier discrepancia como una agresión.

Un buen nivel de autoestima incidirá de manera positiva en el resto de habilidades sociales: confianza en uno mismo, disposición a aceptar la crítica, capacidad para resolver los problemas, flexibilidad y capacidad para adaptarse a diferentes situaciones, facilidad para trabajar en equipo y saber hacerlo bajo presión.

Dejo aparte otra habilidad social que saca un enorme provecho de la autoestima: la capacidad de comunicarse de manera eficaz, con todas las herramientas que van implícitas en ella. De ésta y del resto de habilidades hablaré en otro post.

 

 

Comunicación Efectiva

¿Qué es la comunicación efectiva?

Este pasado sábado tuve el privilegio de impartir un taller sobre comunicación efectiva utilizando las herramientas de la inteligencia emocional. El taller fue compartido con Sandra Marquès, que se centró en los aspectos emocionales que obstaculizan la comunicación y la manera en que podemos convertirlos en aliados. Empezó por invitar a los participantes a decir adiós a las culpas y realizar un viaje interior de reconocimiento de la situación presente para darle un impulso hacia el futuro.

Mi tarea consistió en ayudar a identificar todas las herramientas que tenemos a nuestra disposición para lograr una sinfonía comunicativa de alto nivel. Quiero aclarar que me gusta más hablar de comunicación eficaz que de buena comunicación; para mí es importante valorarla en función del cumplimiento de su objetivo inicial.

Sugerí a los asistentes que, como reflexión previa a cualquier conversación, se hiciesen siempre la siguiente pregunta: ¿Escuchamos para entender a nuestro interlocutor o estamos pensando únicamente en lo que vamos a replicar a continuación?

Odio que la gente hable mientras yo interrumpo. Vicenç Pagès, Dies de frontera

Para entender las cosas, hay que colocarse en la casilla de salida. Antes de meternos en harina, es conveniente saber cuáles son, a mi modo de ver, las premisas de este apasionante mundo de la comunicación.

Para empezar, entiendo que no comunicar es imposible. Incluso quien nos ignora nos está indicando de alguna manera que, por alguna razón, no quiere establecer contacto con nosotros. Su ignorancia es su manera de comunicarse. Otra premisa básica es que todos somos diferentes. Eso es algo que hay que tener muy en cuenta si queremos que nuestro objetivo sea la eficacia. La comunicación es un producto a medida de los participantes.

Hay dos premisas muy relacionadas entre sí. La primera es que la percepción personal de algo equivale para esa persona a la realidad. Eso nos lleva a la segunda: cuando percibimos una coincidencia como incompatible, surge el conflicto. No es necesario que la incompatibilidad sea real, su simple percepción es suficiente para originar una situación conflictiva.

Aunque sea lógica, la premisa de que todos tenemos derechos, tales como a expresar nuestra opinión, a discrepar o a callar, la realidad nos dice que no todo el mundo la acepta.

Finalmente, diría que uno de los problemas de la comunicación es la falta de conciencia de nuestra habilidades para llevarla a cabo. Decía Galileo que a un hombre no se le puede enseñar nada; tan solo se le puede ayudar a que recuerde lo que ya sabe. Pensar que uno carece de esas habilidades forma parte de la larga lista de creencias limitadoras.

Los asistentes se vieron identificados, en algún momento de su vida, con los diferentes estilos de comunicación, esquematizados y resumidos en esta lista: agresivo, manipulador, pasivo y asertivo. Hubo quien reconoció que su estilo dependía en gran medida de la persona que tenía delante. Y cuando hablamos de los elementos que ayudan a desarrollar la asertividad, surgieron los conceptos de empatía, respeto, autenticidad, disponibilidad, flexibilidad y presencia. Ésta última tal vez sea la que resume la mejor actitud con la que podemos acoger al otro para comunicarnos con eficacia.

También recordamos las diversas técnicas que facilitan ese diálogo colaborativo: la escucha activa, el reconocimiento, la reformulación, el lenguaje del YO, los anclajes y el feedback.

Varias sonrisas acompañadas de un gesto sombrío se esbozaron al mencionar los roles que se van tomando cuando la comunicación se vuelve tóxica: el perseguidor, que mantiene una postura agresiva y necesita ser temido; la víctima, que necesita que la compadezcan; y el salvador, que necesita que le necesiten. Y cómo esos roles se van intercambiando, incluso en una misma interacción.

Cuando abordamos las actitudes que se suelen adoptar frente a una situación de conflicto, los asistentes fueron reconociendo, con matices, las de evitación, control, acomodación, compromiso y colaboración. Se identificaron con unas más que con otras, también en función del momento de sus vidas y de las demás partes en conflicto.

Una de los momentos de más impacto se produjo al hablar de la comunicación no violenta y de la enorme fuerza a nivel personal y colectivo que este enfoque genera. De forma muy resumida, podríamos enumerar sus tres pilares básicos: toda manifestación de violencia es la expresión trágica de una necesidad no satisfecha; para practicar la CNV es preciso expresar tus propias necesidades y escuchar las del otro; lo que hacen los otros puede ser el estímulo de nuestros sentimientos, pero no su causa. Su secuencia práctica es: observación de la situación, identificación de los sentimientos que genera y las necesidades que aflora, para llegar a concretar las acciones que solicitamos que se lleven a cabo.

Abordamos la importancia de la comunicación no verbal, expresada en el estudio de Albert Mehrabian sobre el impacto relativo del lenguaje propiamente dicho, la manera en que lo expresamos y cómo lo acompañamos.

La comunicación no verbal prevalece sobre la verbal si existe contradicción entre ambas. Ángel Lafuente

Todos tenemos una preferencia sensorial a la hora de comunicarnos: unos somos más auditivos, otros más visuales, otros cenestésicos, y lo reflejamos en nuestra expresión verbal: “No lo veo claro”, “Esto huele a chamusquina”, “¡Qué bien me sienta estar contigo!”.

Reconocimos la importancia de la proxemia (distancia física de comunicación) en las diferentes culturas y situaciones, y el rol olvidado del tacto en nuestra sociedad, así como la importancia de saber gestionar adecuadamente los silencios.

Pensad siempre que tocar puede ser una delicada alternativa al silencio. Sebastià Serrano, El regal de la comunicació

Fueron unas horas de viaje interior, de aceptación de nuestra vulnerabilidad, de puesta en común de experiencias en todo lo relativo a fortalezas y debilidades para lograr la comunicación eficaz que perseguimos. Tengo la sensación de que todos salimos más conscientes de nuestras habilidades, mejor equipados para afrontar cualquier situación que se nos presente en el terreno de las interacciones humanas, con las teclas de la comunicación mucho más afinadas. Y eso es muy satisfactorio.

Autoestima

La autoestima o cómo te valoras

Es muy común tener la sensación de que podemos ofrecer al mundo mucho más de lo que le damos, de que no se nos exprime lo suficiente. Queremos mejorar en muchos aspectos y tenemos prisa en lograrlo. El problema de ese deseo de inmediatez es que estamos dispuestos a quemar etapas, a costa de errar el rumbo.

Antes de empezar cualquier proceso o formación para la mejora o el crecimiento, y en especial aquéllos que persiguen un incremento del nivel de calidad en la comunicación (ventas, coaching, mediación y otras), es necesario tener claras una serie de cuestiones: ¿Quién soy realmente?, ¿qué quiero llegar a ser?, ¿cuáles son mis puntos fuertes y cuáles son susceptibles de mejora?

¿Nos conocemos bien? ¿Cómo nos valoramos? ¿Cómo valoramos a los demás? Estas preguntas, que pueden sorprender porque damos por sentadas las respuestas, son fundamentales para diseñar la hoja de ruta individual. Cada persona es distinta, y distinto será cada viaje.

Es conveniente empezar por lo que piensa uno de sí mismo, cómo se valora. En definitiva, cuál es el nivel de autoestima. ¿Recuerdas alguna vez en la que hayas querido hacer algo para lo que no estabas preparado y te has negado a pedir ayuda? ¿Qué pensaste? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué hiciste? ¿Cómo actuarías si te volvieses a encontrar en esa situación?

La peor soledad es no sentirse a gusto con uno mismo. Mark Twain

Recuerda que debes distinguir lo que eres de lo que eres capaz de hacer. Es necesario distinguir las cualidades incondicionales – soy digno de confianza, honesto- de aquéllas que están ligadas a una actividad -soy un buen abogado, juego muy bien al fútbol, etc.

Otro de los obstáculos que nos imponemos a la hora de valorarnos es condicionar nuestro bienestar a una serie de situaciones que necesitamos para identificarnos: “Me siento bien siempre y cuando…”. ¿Tienes la sensación de que a veces supeditas tu bienestar al cumplimiento de ciertas condiciones? ¿Sabrías identificarlas? ¿Necesitas que esté todo perfecto, controlar a los demás, estar siempre ocupado, ganar en cualquier ocasión? Si te encuentras en alguna de esas situaciones o en cualquier otra semejante, existen ejercicios que permiten convertir las condiciones de valor en declaraciones positivas incondicionales.

Estás siempre contigo mismo; intenta disfrutar de la compañía. Diane von Furstenberg

Despójate de todo lo que lastre tu autoestima: por muy bien entrenado que estés, no podrás correr bien si llegas a la línea de salida con el traje de calle.

Como siempre, me tienes a tu disposición para echarte una mano.

Sentimientos y Frustraciones

Te fuiste, como todos, cuando te tocó, aunque para los seres queridos ese momento llegue siempre demasiado pronto. Tu vida fue plena en muchos sentidos. Dejaste un buen recuerdo en las personas que se cruzaron en tu camino, muchas de las cuales vivieron mejor porque tú viviste, y ésa es una de las mejores definiciones del concepto de éxito.

Trabajamos juntos en diversos proyectos que nos llevaron a lugares lejanos. Compartimos mesa con personajes pomposos y también con personas interesantes. Parecíamos un buen complemento el uno para el otro. El futuro se presentaba brillante y lleno de retos. Y sin embargo…

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Con la serenidad que dan el paso y el poso del tiempo, entiendo que compartimos más experiencias que conversaciones. El silencio, como forma de comunicación, ofrece dos caras: por un lado, uno tiene la sensación de que las cosas se dan por entendidas, que si no las comentas es que hay acuerdo, al menos en lo básico; por el otro, el silencio te llena de dudas, de preguntas que quedan en el aire sin respuesta. Y tras cada reflexión, tras cada pregunta muda, uno piensa que ya llegará el momento de exteriorizarla.

El tiempo, gran aliado para algunas cosas, ejerce un gran poder de descomposición para otras. Uno se acostumbra a no preguntar si nunca es preguntado. Las dudas no despejadas se acumulan y algunas decisiones en apariencia incomprensibles adquieren la dolorosa categoría de desprecio o ninguneo. Si suena a reproche, no dudes de que lo es. Pero, en primer y principal lugar, hacia mí mismo. Todos los días, sin excepción, me pregunto por qué no pregunté, por qué no expresé mis sentimientos y mis frustraciones.

Y llega un día en que el tiempo ejerce su inapelable dictadura y te deja sin la oportunidad que estabas esperando para poner las cartas sobre la mesa y boca arriba. Se acabó. Ahí te quedas con tus cosas. Apáñatelas tú solo.

Afortunadamente, el tiempo también ha venido a mi rescate con su mejor versión. Me ha abierto los ojos a una nueva perspectiva. En lugar de llorar sobre la leche derramada, pienso que puedo ayudar a otras personas a que el cántaro no se les caiga de las manos. Yo he aprendido la lección pero he pagado una factura muy alta en términos de tiempo, esfuerzo y desgaste emocional. Si estas líneas pueden servir para que alguien reflexione y pueda gestionar mejor que yo una situación semejante, las doy por bien empleadas.

No me gusta dar consejos no solicitados; camuflaré éste bajo el disfraz de una recomendación: no permitáis que el tiempo determine si una conversación se va a quedar para siempre pendiente. Vosotros mismos os lo agradeceréis.

 

Percepciones y Conflictos

Uno de los grandes problemas a la hora de abordar un conflicto es que su mera existencia sea percibida como una maldición sin posibilidad alguna de solución. El conflicto es inherente a la condición humana, ya que es normal –y en muchos casos hasta saludable- que coexistan visiones divergentes sobre diferentes situaciones.

Un conflicto puede edificarse sobre varios elementos: percepciones acerca del otro o de una situación, percepciones de escasez, sensación de que las necesidades de seguridad o identidad están en peligro, choque de valores y/o creencias, formas de reaccionar antes las percepciones antes mencionadas, modo en que se gestionan las emociones o cómo se comunican las partes y cómo afrontan sus diferencias.

Como señala la Dra. Glòria Novel, la percepción que tenemos de las cosas es la consecuencia de la interpretación que les damos a las sensaciones, a las que otorgamos un sentido real. Estas interpretaciones suelen ser, en su mayoría, fruto de un cierto aprendizaje. A los factores que influyen de manera general en todas las personas, existen otros más particulares, como pueden ser los derivados de las experiencias, la personalidad de cada uno, los estados afectivos o emocionales que se tengan en un determinado momento, los deseos, o los determinados por la cultura a la que pertenezca la persona en cuestión.

Sabemos muy poco los unos de los otros. Abrazamos una sombra y amamos un sueño. Hjalmar Södeberg

En una situación de conflicto, uno de los riesgos más evidentes es el de reaccionar al contraataque, llegando a romper las relaciones. De esta manera, ponemos en peligro nuestros intereses y cedemos nuestro poder a la otra parte. Las emociones están ahí y no van a desaparecer por arte de magia. Es más, como dice Thomas Fiutak en su libro “Le médiateur dans l’arène”, “La emoción forma parte de la negociación. Cuando las partes elevan la voz, mientras no se profieran amenazas, hay que dejar vía libre a las emociones y preguntar después cuáles son las opciones”. Bien gestionadas, las emociones nos permiten ver desde fuera la situación con mayor perspectiva.

Una de las actitudes más útiles para afrontar con eficacia el conflicto es la de intentar verlo desde la perspectiva de la otra parte. Es tan útil como complicado, porque de alguna manera se trata de ir contra la tendencia natural y automática de querer ver las cosas sólo desde nuestro punto de vista.

Águila

Se trata de ir alternando las diferentes posiciones perceptivas en relación con el conflicto. La primera posición es la propia. Qué ves, qué sientes, cómo lo expresas, tanto de manera verbal como corporal, qué oyes de la otra parte, cómo le contestas, y ser capaz de identificar tus intenciones.

De esa primera posición uno debe pasar a la segunda, que no es más que intentar ponerse en la piel de la otra parte siendo, sintiendo y actuando como ella. Se trata de identificar lo que ves, qué reacciones corporales tienes, cómo hablas, qué te dicen, qué contestas, qué sientes y dónde lo sientes, para acabar identificando tus intenciones.

Mostrarse después en una tercera posición, la de observador neutral, para identificar las dos posiciones e intenciones de las dos partes.

Por último, la cuarta posición sería la de identificarse con la relación como un todo independiente con sus valores, necesidades, expectativas, etc. (perspectiva sistémica), y a partir de ahí identificar tus necesidades como relación y aconsejar a la primera posición en su visión del conflicto.

Tarea ardua para quien no está acostumbrado al rigor del análisis, pero extremadamente útil a la hora de abordar el conflicto con intención de resolverlo o, por lo menos, de gestionarlo adecuadamente.

Cualquier situación pude ser observada desde más de un punto de vista. Las aves rapaces tienen la suerte de disponer de un sistema de visión panorámica antes de lanzar su ataque. Nosotros tenemos que echar mano de actitud y voluntad. Si queremos tener más probabilidades de éxito en la gestión de los conflictos, necesitamos conocer las diferentes percepciones en juego. A no ser, claro está, que nuestra intención se limite a tener la razón a costa de perpetuar el problema.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El poder de la palabra

En su libro El Poder de la Palabra, Robert Dilts cuenta la anécdota de la agente de policía que acude con urgencia a un domicilio en el que se está desarrollando una escena de violencia doméstica. El hombre está enfurecido y lanza objetos en todas direcciones. El ruido amortigua los chillidos aterrados de la mujer. De repente sale un televisor volando a través de la puerta de entrada y va a estrellarse contra el suelo para hacerse añicos ante los pies de la agente. Ésta se precipita hacia la puerta y comienza a golpearla con todas sus fuerzas. Del interior de la vivienda surge una voz de trueno que pregunta:

-¡¿Quién demonios es?!

La agente echa un vistazo a los restos del televisor esparcidos por el suelo y responde:

Servicio de reparación de televisores.

Tras unos instantes de silencio sepulcral, el hombre estalla en una carcajada y abre la puerta para permitir la entrada de la agente. Ésta declaró más tarde que sus palabras le habían ayudado más que los meses de preparación para el combate cuerpo a cuerpo.

Las palabras son transformadoras. Y lo son en ambas direcciones, ya que tanto pueden deshacer los nudos que nos atan y liberarnos de creencias limitadoras, como producir el efecto contrario. De ahí la enorme responsabilidad que conlleva su utilización.

En este sentido conviene recordar algunas de las premisas de la comunicación:

  • No comunicar es imposible
  • Todo mensaje tiene un propósito
  • Todos somos diferentes
  • Coincidencia percibida como incompatible = conflicto
  • Percepción personal = realidad personal
  • Todos tenemos derechos (expresar, discrepar)
  • No siempre somos plenamente conscientes de nuestras habilidades de comunicación

 

Conversación

Korzybski sugiere que el ser humano debe ser formado adecuadamente en la utilización del lenguaje con el fin de evitar los malos entendidos y los conflictos innecesarios que surgen de la confusión entre el «mapa» y el «territorio» (Robert Dilts).

Cada uno de nosotros tiene su visión del mundo basada en las propias experiencias, y nos formamos un mapa lingüístico a través del cual interpretamos lo que acaba por convertirse en nuestra realidad personal. No hay uno mejor que otro pero será más eficaz aquél que permita percibir el mayor número de perspectivas.

La palabra es como un bisturí: un uso adecuado puede salvar vidas; un mal uso, todo lo contrario. Cuando uno lleva mucho tiempo comunicándose de una determinada manera y utilizando las palabras sin la adecuada precisión, el cambio se le antoja complicado.

Hace poco, un asistente a uno de mis talleres me dijo:

-Todo esto suena muy bien, pero aplicarlo me parece muy difícil.

-¿Por qué crees que tienes esa sensación?

-Porque es algo que nunca he hecho. Ni siquiera se me había ocurrido.

Me hablaba con chispas en los ojos, por lo que deduje que se trataba más de una expresión de desafío que de desánimo. Mi percepción fue correcta. Su lenguaje se ha perfilado y su comunicación ha alcanzado altas cotas de eficacia.

 

 

 

Aprende a comunicar

Si eres consciente de cuáles son tus puntos fuertes, tus valores y creencias, tus intereses y necesidades, estarás en condiciones de expresarte con seguridad.

Si tu estilo de comunicación es asertivo, sabes practicar la escucha activa, dar reconocimiento, reformular, utilizar el lenguaje del YO y dar un buen feedback, seguramente habrás alcanzado un alto nivel de eficacia.

Si a todo ello le añades un buen dominio de las herramientas de comunicación verbal (registro, timbre, prosodia, ritmo, silencios, tono y volumen) acorde con la no verbal, te sentirás seguro de tu mensaje.

Si tu actitud para el diálogo incluye empatía, respeto, disponibilidad, flexibilidad y presencia, tu interlocutor te lo agradecerá.

Si eres consciente de que tu violencia y la ajena expresan necesidades insatisfechas y que todos necesitamos que nuestras peticiones sean escuchadas, crearás el entorno propicio para gestionar con eficacia tus conflictos.

Si conoces tu estilo al abordar un conflicto, serás capaz de modularlo para adecuarlo a cada situación.

 

COFRE

Si deseas elevar el nivel de eficacia de tu comunicación para que te resulte realmente útil en tu vida personal y profesional, te ofrezco mi ayuda para mejorar los aspectos mencionados mediante la participación en un trabajo de crecimiento individual o en grupo.

Aprende a comunicar, ¡contáctame!

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