La responsabilidad

Asumir la responsabilidad o simplemente reconocerla

Una de las cosas que me gustan de la lengua inglesa es su capacidad para matizar los significados de sus palabras. Entre los múltiples ejemplos destaco aquí los vocablos “Responsible” y “Accountable”. En español ambos se traducen como “Responsable”. Hay, sin embargo, una diferencia entre ambas acepciones: la segunda hace referencia a la obligación de “rendir cuentas” de tus actos; es decir, ser responsable “ante a alguien”.

Digo esto porque hay una extendida tendencia a manifestar de manera bastante frívola la “asunción” de la responsabilidad cuando algo no ha funcionado de la manera esperada. “Asumo mi responsabilidad”, se suele decir. Pero la cosa raramente va más allá. En realidad lo que se expresa es simplemente el reconocimiento, no la asunción. Asumir no es lo mismo que reconocer; asumir suele tener consecuencias mucho más duras que limitarse a reconocer una responsabilidad.

“Es fácil ensuciar cuando no eres tú el que tiene que limpiarlo.” Criss Jami

Uno no nace con el gen de la responsabilidad incorporado. Como ocurre con tantas otras cosas, la responsabilidad se trabaja empezando por la voluntad de alcanzarla, pasando por un  desarrollo de la inteligencia emocional –autoconocimiento, autoestima, conocimiento y valoración de los otros-, para ponerla en práctica de manera sostenida y constante.

Responsabilidad

Es fácil de identificar, tanto en los ámbitos personales como profesionales, a las personas responsables. Se distinguen por estas características:

1- Proactividad: No esperan a que se les diga lo que deben hacer. Se adelantan, toman la iniciativa con firmeza y decisión

2- Autoconciencia: Sabe quiénes son, cuáles son sus objetivos, sus puntos fuertes y débiles.

3- Automotivación: Su motivación no está sujeta a factores o estímulos externos; viene de su interior.

4- Autodisciplina: No precisan de sometimiento a normas impuestas para adquirir una disciplina que les permita desenvolverse en la vida.

5- Búsqueda constante de la mejora personal: Son inconformistas y autoexigentes, y siempre están a la búsqueda de su mejor versión.

6- Ejemplo: En lugar de decir lo que hay que hacer, lo hacen. No les duelen prendas a la hora de realizar tareas que se suponen no son de su competencia. No emplean el látigo, tiran del carro. Y recogen ese papel que hay en el suelo.

Las personas responsables se desenvuelven como pez en el agua en un entorno de libertad. No la temen; es más, la necesitan, pues la libertad lleva una gran carga de responsabilidad, que es donde ellos destacan.

“La libertad es la voluntad de ser responsables de nosotros mismos.” Friedrich Nietzsche

Una persona emocionalmente inteligente es capaz de asimilar grandes dosis de libertad porque siempre sabrá gestionar la responsabilidad inherente. Buena noticia en muchos aspectos. En el mundo profesional, por ejemplo, los viejos paradigmas de coerción de libertades van poco a poco dejando paso a otro tipo de mentalidades. Las empresas bien dirigidas están ofreciendo un mayor grado de libertad a sus empleados a medida que van creciendo, y de esta manera atraen talento e innovación. Una manera eficaz de irse asegurando el éxito.

En el ámbito personal, la aceptación de la responsabilidad es una de las más claras muestras de madurez y el valor que nos será más útil para alcanzar nuestra mejor versión.