Conflicto en la charca

Gregg F. Relyea y Joshua N. Weiss escribieron un cuento titulado ‘Trouble At The Watering Hole’, algo así como ‘Conflicto en la charca’. El cuento fue publicado por Resolution Press y cuenta con las ilustraciones Vikrant Singh. Está acompañando de un manual para padres y profesores y tiene como objetivo enseñar a los niños a gestionar las situaciones de conflicto con las que se pudieran encontrar. El cuento relata los problemas de convivencia de un grupo de animales.

Emo, un osezno, vive feliz en compañía de su madre. Le gusta bañarse en la charca y jugar con su amigo Chickie, un petirrojo.

Un día, después de jugar, cuando Emo se disponía a hacer la siesta, escuchó un gran alboroto. Escondidos tras unos arbustos. Emo y Chickie contemplaron cómo un alce, un lobo y un ciervo discutían a grito pelado. Todos reivindicaban la propiedad de la charca y su derecho prioritario a su uso particular.

“¡El agua es mía!”, dijo el alce.

“¡No! ¡Es mía!”, dijo el ciervo.

“¡Ni hablar, me pertenece!”, aulló y gritó el lobo.

La cosa se ponía fea. Los tres animales exhibían sus razones y las acompañaban de argumentos disuasorios en forma de astas, pezuñas y colmillos afilados.

Cuando la cosa empezaba a ponerse fea, Elmo hizo de tripas corazón, dio un paso adelante y le dijo al alce:

“¿No cree que ha llegado el momento de calmarse un poco?”

“¿Y eso de qué va a servir?”, contestó el alce.

“Podrían hablar por turnos y escuchar lo que desea cada uno”, añadió Chickie.

“¡Nada de escucharnos! No hay nada de qué hablar. ¡Soy el animal más grande y más fuerte de este bosque!”, dijo. “Por lo tanto, el agua debería ser solo para mí”.

“Un momento”, dijo el lobo. “Soy el animal más listo del bosque. ¡El agua debería ser mía!”.

El ciervo dio un golpe en el agua con sus pezuñas y gritó: “¡He estado viniendo a esta charca desde hace mucho más tiempo que cualquiera de vosotros! ¡Por derecho, el agua me pertenece!”.

Los mosquitos daban vueltas zumbando. También reclamaban el agua.

Estaba claro que escucharse los unos a los otros no era su prioridad.

Emo se estaba impacientando. “¿Podemos calmarnos de una vez y escuchar las razones por las que cada uno necesita el agua?”

El ciervo fue el primero en reaccionar. “¿Tendrán razón estos dos? Todos necesitamos el agua, pero me pregunto si no será por diferentes razones…” Propuso al alce y al lobo que hablaran no solo de por qué necesitaban el agua sino también de cuándo.

Resulta que el alce solo necesitaba ir a la charca durante el día cuando le entraba la sed, después de comer su ración de hierba. El ciervo chupaba el agua del musgo y de las hojas, así como de la nieve que se deshace; cualquier hora del día le iba bien para pasarse por la charca. El lobo, por su parte, tan solo se paseaba por allí durante sus rondas nocturnas.

Vaya, parece que había sido útil saber que cada uno necesita la charca, pero en diferentes momentos y por distintas razones. Pero cuando parecía que todo estaba listo para llegar a un acuerdo, el lobo, que es muy sagaz, hizo la siguiente observación: “Aunque sepamos cuándo y por qué la necesitamos, la charca se nos queda pequeña. No hay agua para todos».

Intervino entonces el ciervo, que había estado observando el trajín del castor con ramas y palos, y tuvo una idea: le preguntó si podría construir un dique para desviar un poco de agua del riachuelo cercano y poder llenar la charca.

El castor accedió gustoso, no sin antes advertirles que ese trabajo no podía hacerlo solo. Se las ingeniaron para ayudarle y lograron su objetivo. Ni tan siquiera la llegada de una bandada de garzas, que se posaron para beber de la charca, supuso para ellos una amenaza; las garzas les explicaron que estaban migrando hacia el Sur y se detenían tan solo un momento para beber un sorbo y tomar fuerzas para el viaje.

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A pesar de que los niños son los principales destinatarios del cuento, bien haríamos los adultos en tomar nota de varios aspectos a la hora de abordar un conflicto:

  • Como en todo conflicto, en este se produce una incompatibilidad -o al menos una percepción de esta- en las reivindicaciones de las partes. Todos quieren lo mismo y creen que el hecho de que uno lo obtenga anula las reivindicaciones ajenas.
  • No hay que temer al hecho de que las posiciones iniciales sean distantes y expresadas con vehemencia, cuando no con ira.
  • La simple exposición de deseos deja el conflicto intacto. Para abordar su gestión, hay que profundizar en los motivos que cada parte tiene para su particular reivindicación. Pasar del “qué” al “para qué”.
  • Para ello es necesario que cada parte se exprese y que las otras escuchen de manera atenta. Siempre se puede encontrar un resquicio que nos ayude en el planteamiento.
  • Vale la pena confirmar si el mero hecho de “repartir el pastel” soluciona las cosas. A veces existe la posibilidad de hacer un “pastel más grande”, cuyo reparto resulte más beneficioso para todos.
  • La colaboración de las partes en la construcción del acuerdo aumenta las probabilidades de éxito.

En cualquier caso, hemos de ser conscientes que la gestión eficaz de un conflicto requiere un ejercicio de responsabilidad personal, una mente abierta, mucho trabajo y altas dosis de paciencia.

¿Cuántas charcas nos encontramos a lo largo de nuestra vida y cómo gestionamos su uso?

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