Tus valores como soporte de tus objetivos
Identifica lo que deseas, trabaja para conseguirlo y valóralo cuando lo tengas. Nora Roberts
Todos hemos tenido, en algún momento de nuestra vida, un sueño, algo que suponemos que va a llenar de satisfacción nuestras vidas. No todos, sin embargo, hemos sido conscientes de que un sueño, no por el mero hecho de existir, se vaya a hacer realidad.
Para que un sueño se convierta en algo real debe revestirse de una serie de cosas, fundamentalmente de un plan de acción y de unos plazos. A partir de ese momento alcanza la categoría de objetivo.
Los objetivos pueden ser algo que queremos ser, hacer o tener. También los podemos clasificar en objetivos de realización, de abandono de una conducta o actitud, o de un simple cambio.
A los que están familiarizados con los procesos de coaching, les sonará aquello de que los objetivos, para ser sólidos y tener probabilidades de cumplimiento, deben ser concretos, medibles, alcanzables, realistas y dotados de plazos de ejecución. Si bien todo ello es cierto -y estoy totalmente de acuerdo en que dichas premisas son efectivamente condiciones necesarias-, para darle más oportunidades de éxito, al objetivo le conviene añadirle un plus.
Sin llegar a ser plenamente consciente de ello, en muchas ocasiones los objetivos no nos lo marcamos nosotros mismos, sino por alguien del entorno, ya sea familiar o profesional. No entro a hacer un juicio de intenciones -que a priori supongo honestas-, pero la experiencia me ha mostrado repetidamente que el titular del objetivo no siempre es la misma persona encargada de perseguirlo.
En el ámbito del deporte de formación, por ejemplo, es muy común que el anhelo de alcanzar una carrera exitosa sea más un objetivo de los padres que del propio deportista. Ocurre también en el mundo de la empresa, cuando los objetivos de un empleado o de un equipo son más impuestos que consensuados. En ambos casos, parece que el lema del protagonista sea “Debería…”, “Tengo que…”, “Me han dicho que…”, etc. El resultado es una falta de pasión que repercute en el rendimiento, y dificulta enormemente el cumplimiento del objetivo.
La gente no es perezosa, simplemente tiene objetivos impotentes; es decir, objetivos que no le inspiran. Anthony Robbins
¿Qué falta en estos casos? Nada menos que una verdadera conexión emocional a la hora de establecer nuestras metas. Y esa conexión es la que permite que nuestras habilidades afloren y nos otorguen más probabilidades de éxito en la tarea. Los objetivos deben estar alineados con los valores y principios que nos inspiran. Si no es el caso, corremos el riesgo de ir hacia un futuro estéril.
Valores, hábitos y conductas se refuerzan mutuamente, y lo esencial es que estén alineados porque, de lo contrario, se reforzarán igualmente pero en sentido negativo. Por valores entendemos aquí todo aquello que es importante acerca de ese objetivo en concreto, lo que nos engrandece como personas al lograrlo. Las actitudes deben ser un soporte para los valores y viceversa. Tener una buena consideración hacia uno mismo y hacia los demás ayuda enormemente a tener una buena actitud.
Antes de marcarse un objetivo, cuando nos encontramos todavía en el ámbito de las ideas o deseos, vale la pena hacerse unas cuantas preguntas que nos serán de gran ayuda para identificarlo y saber si vale la pena ir a por él, o por el contrario lo dejamos tranquilo en el mundo de las ideas.
¿Qué significaría para mí lograr ese objetivo? ¿Cómo creo que te voy a sentir si lo logro? ¿Qué valores lo respaldan? ¿Cuáles de mis actitudes me serán de ayuda para conseguirlo? ¿Qué siento cuando pienso en él? ¿Qué me está diciendo mi intuición? ¿Estoy realmente decidido a alcanzarlo? ¿Qué obstáculos pueden aparecer en el camino? ¿Cuáles son mis puntos fuertes?
Éstas son las preguntas relacionadas con la inteligencia emocional que debe acompañar a los requisitos generales que comentábamos más arriba.
Objetivo con Inteligencia Emocional = Pensamientos + Sentimientos + Acción
¿Te atreves a hacer una lista de cosas que te gustaría lograr? ¿Te sientes capaz de identificar tus valores para conectar con tus objetivos y poder aplicar la inteligencia emocional necesaria para alcanzarlos? ¡Adelante! Y si necesitas ayuda, ya sabes dónde encontrarme.