Haciendo una adaptación ad hoc del famoso dicho “Donde dije digo, digo Diego”, ocurre a menudo que entre lo que expreso y lo que entiende mi interlocutor media un abismo. Tal vez exagere, pero me percato de que lo que me dice haber entendido no es exactamente lo mismo que le he querido decir. O a lo mejor es que lo que yo he querido decir no es exactamente lo que he dicho.
Uno puede no expresarse de manera suficientemente clara. Puede también ocurrir que el que escucha está más centrado en lo que quería y esperaba escuchar que en lo que realmente le ha llegado. Otra posibilidad es el típico caso del enamoramiento de la propia palabra: a uno le gusta escucharse y ese placer pasa por encima del objetivo inicial del mensaje.
En muchas ocasiones, la manera en que el interlocutor nos mira y nos responde, nos quedamos con dudas con acerca de si realmente nos ha entendido. Lo lógico en estos casos sería preguntar para confirmar o despejar nuestras dudas. Pero por alguna razón, entre las que se encuentra seguramente una cierta resistencia a aceptar que no nos hemos expresado bien, esa pregunta se queda sin salir de nuestra boca. Una mala costumbre que nos puede resultar muy cara. Los malentendidos sin aclarar se hacen una bola cada vez mayor y están en el origen de muchos malentendidos.
En estos casos, es más que probable que con el paso del tiempo vuelva a surgir el tema en cuestión y la suposición de que habíamos sido comprendidos se desvanecerá y nos pillará con el paso cambiado. Habremos entonces perdido mucho tiempo y tendremos que dedicar mucha energía para enderezar el rumbo del diálogo.
It’s dreadful what little things lead people to misunderstand each other. L.M. Montgomery
Recomienda Yasmin Mogahed que hablemos con el corazón y que, si no nos entienden, concluyamos que el mensaje no estaba destinado a ellos. No estoy de acuerdo con esta afirmación, que rezuma cierto aire de superioridad sobre los interlocutores, dando por sentado que nuestro mensaje es perfecto y que no hemos cometido el más mínimo error. Uno puede expresarse de manera sincera y abierta, y su mensaje no llegar de la forma deseada a su destino por un defecto de “transporte”.
Uno de los ámbitos en los que se debe ser más afinado a la hora de comunicar es el feedback, ese proceso de retroalimentación que requiere enfocar el diálogo desde una perspectiva apreciativa. Un feedback correcto y efectivo es a veces bastante complicado de dar.
What is preventing you from having that difficult conversation with an employee? Taking on that big project? Checking-in more regularly with your team members? Leaders, ask yourselves, what are you afraid of? The answer may lead you to the solution. Bruce Tulgan
En general, las conversaciones difíciles son estresantes y no siempre estamos en las mejores condiciones emocionales para llevarlas a cabo de una manera razonable en las formas y eficaz en el fondo. Para conseguir que así sea, las cualidades comunicativas requieren un alto grado de afinación.
Cayó el otro día en mis manos un interesante artículo de Joseph Grenny publicado en la Harvard Business Review, en el que ofrece consejos sobre el rearme emocional y argumentativo para afrontar conversaciones difíciles e incómodas.
En él destaca la importancia de ser muy claro y sincero sobre los motivos que te han llevado a tomar la decisión de entablar esa conversación. Recomienda hacerlo a base de preguntas sobre lo que realmente quieres para ti y para la otra parte. De igual manera, considera básico poner en orden tus emociones, poniéndolas a tu servicio, y no al revés. Exponer los hechos y no anteponer las conclusiones cuando se afronta la conversación no solo es esencial para obtener un resultado satisfactorio, sino que es un deber hacia uno mismo y hacia la otra persona. Finalmente, es muy útil mostrarse curioso y abierto a la posibilidad de encontrar factores que mejoren nuestra argumentación.
Todos estos elementos contribuyen a rebajar la tensión que genera una conversación difícil, al tiempo que proporcionan tranquilidad y seguridad en los argumentos a ofrecer.
A lo largo de la vida vamos a tener que afrontar situaciones que requieren diálogos incómodos, y uno debe decidir si quiere ir a pecho descubierto y desarmado o bien pertrechado para asegurarse la eficacia deseada en cuanto al contenido a abordar y a la calidad de la relación futura con el interlocutor.